Después de meditarlo mucho, en junio pasado decidimos que Tigomigo tenía que crecer. Teníamos que rasgarle el corsé que tantas alegrías nos había dado y abandonar ese reducto de seguridad que nos atorgaban nuestras preciosas paredes blancas. Decíamos adiós a seis años en un espacio que nos enamoró a primera vista y que nos ha traído muchas alegrías.