Una piedra no muere porque no cambia. No muere porque no vive. Una frase sencilla extraída de un libro infantil que habla de una cosa profundamente compleja.

En un periodo de grandes discusiones políticas sobre el final de la vida y coincidiendo con la aprobación en el Congreso de la ley orgánica de aprobación de la eutanasia, Marika Giuriola se adentra en la realidad de quienes viven en su propia piel una condición irreversible. “Estoy convencida que la autodeterminación, la libertad, pasa en definitiva por el conocimiento. Por eso quería dar a conocer la realidad de Valeria”, explica la artista.

A través de imágenes profundamente respetuosas pero contundentes en su belleza y su verdad, el artista retrata la vida de Valeria, una joven que a los dieciocho años sufrió un accidente que le provocó una hemorragia cerebral que derivó en un estado vegetativo persistente.

Durante más de dos años Marika ha estado junto a la joven, siendo testigo y compañera. “Si tus fotos no son bastante buenas es porque no te has acercado bastante” dijo una vez Ernö Friedmann, más conocido como Capa -explica Paulo Cacais, comisario y director del Estudio Tigomigo-. Marika quería estar cerca y sus fotografías sinceras, alejadas de cualquier sensacionalismo y bellas, lo atestiguan».

Que sucede cuando no sucede nada, cuando la vida queda en suspenso? Cuando todo el que tenía que ser queda detenido en un espacio en el cual el tiempo adquiere un nuevo significado y pasado, presente y futuro se mezclan dolorosamente.

La fotografías de Marika detienen un tiempo ya detenido. A través de ellas el artista nos invita a reflexionar sobre la vida y la libertad. ¿Somos realmente libras de decidir sobre nuestra vida? ¿Cuánto tiempo podemos hablar de vida si la vida es libertad para vivir?